miércoles, 21 de diciembre de 2011

Recordando lo que decíamos en Febrero de 2008, desde la Agencia Chilena del Espacio


“Con este satélite superaremos el estigma de los Fasat”
El coordinador general de la Agencia Chilena del Espacio dice que para el 2010 Chile tendrá en órbita el satélite de observación óptica de más alta resolución en Sudamérica. A siete años que dejara de funcionar el FASat-Bravo y a doce que el Alfa se perdiera en el espacio, Chile regresa al cosmos con un sistema satelital que incluye una nueva agencia, dos torres de control, investigación científica conjunta con universidades y una ley en camino.


El 31 de agosto de 1995 todas las miradas apuntaban al cielo.
A las 03:30 hora nacional, 40 minutos después del despegue, el cohete ucraniano Tsyklon se ubicaba a 650 kilómetros de altura llevando consigo un microsatélite experimental de 50 kilos llamado FASat-Alfa.
Ese día, Chile ponía por primera vez un satélite en el espacio y daba inicio a una nueva era científica, con agencia y política espacial incluida.
Pero algo salió mal. Los elementos pirotécnicos no tuvieron la energía suficiente para cortar los pernos que sujetaban al FASat-Alfa al SICH-1 -satélite madre- y cuatro días después, la Fach comunicó que el aparato criollo no pudo despegarse, sepultando las aspiraciones de la comunidad científica y el país entero.
Lamentablemente ése fue un tremendo golpe para Chile, porque nosotros todavía no teníamos la experiencia del riesgo que implicaba lanzarnos al espacio. A Chile le afectó mucho, dice Héctor Gutiérrez, ingeniero satelital que participó en los dos proyectos Fasat, hoy coordinador general de la Agencia Chilena del Espacio.
Afortunadamente, habían seguros comprometidos y el 10 de julio de 1998, Chile cumplía el sueño frustrado. El FASat-Bravo, un microsatélite idéntico a su predecesor, fue lanzado exitosamente y comenzaba a operar en órbita hasta que, en junio de 2001, sus fuentes de poder se agotaron.
Aún cuando el Bravo ya no estaba operando, el 17 de julio de 2001 el ex Presidente Ricardo Lagos retomó el tema y bajo un decreto supremo creó una comisión asesora que derivó en la Agencia Chilena del Espacio, entidad que este viernes dejó de recibir las propuestas para fabricar el satélite de mejor resolución de Sudamérica.
Después de nueve años, Chile volverá a tener presencia en el espacio con una nave de entre 200 y 400 kilos que podrá generar imágenes a menos de dos metros de cercanía.

REVANCHA ESPACIAL
Llevamos 14 años esperando ponernos al día, porque estamos muy atrasados. Después de la falla del FASat se reían, en la televisión hablaban del Alfa-Plop, del Fatal-Alfa. Después superamos el estigma con el FASat-Bravo, pero la gente aún pregunta qué pasó con él, no tiene idea.
Para nosotros, después de muchos años, esto es recobrar el tiempo perdido, dice Gutiérrez. Si todo sale bien, en dos años más tendremos un satélite capaz de sacar imágenes de nuestro país y de otros países. Hay imágenes que se pueden obtener hoy de medio metro, incluso de centímetros, pero ésas son carísimas.
Pero nosotros estamos tratando de apuntar a un satélite que nos pueda entregar imágenes de entre uno y dos metros. Lo cual también es alto. A una casa le achuntamos y a un vehículo también, explica con orgullo.
El viernes recién pasado, la agencia que preside el subsecretario de aviación, Raúl Vergara, terminó de recibir las propuestas para fabricar el tercer satélite chileno. Rusia, Canadá, India, Corea del Sur, Israel y Francia, con dos propuestas, son los países que presentaron proyectos.
Para mayo de este año se estaría dando a conocer el ganador de la licitación que, además de construir en conjunto con profesionales chilenos el nuevo artefacto, integrará a los servicios públicos, universidades y la comunidad científica chilena al panorama espacial global.
El satélite que estamos pronto a tener sería un satélite de observación de la Tierra. O sea, lo que va a sacar de la tierra son imágenes, fotos. De nuestro país en particular, pero resulta que la órbita es mucho más larga que ésa, entonces no sólo vamos a poder sacar imágenes de nuestro país, sino que incluso podemos sacar imágenes de otros y así poder hacer algún intercambio, que desde el punto de vista de la cooperación es extraordinario, dice el coordinador general de la Agencia Chilena del Espacio.
VIGILAR DESDE EL ESPACIO
Según explica Héctor Gutiérrez, la diferencia fundamental entre los FASat es que éste nuevo proyecto no es experimental.
Ya pasamos por eso. Lo de hoy es para sacar un producto. Nosotros queremos imágenes para ocupar en la agricultura, en la pesca y, obviamente, la seguridad nacional, el cambio climático. Cómo está la deforestación, cómo está aumentando la desertificación. Los usos van a ser variados y ampliamente tienen que ser usados para la agricultura, por la parte ganadera, la fruticultura, todo lo que nosotros pensamos que son elementos productivos.
Si bien la vida útil de un satélite como el que Chile quiere comprar dura entre cinco y siete años, Gutiérrez explica que con este satélite se pretende dar un impulso a la comunidad científica y no se vuelva a estancar una vez que éste deje de funcionar.
Una vez que haces ingreso a la tecnología no puedes prescindir de ella, porque todo el mundo va para allá. Entonces, la idea es que este satélite para el bicentenario esté lanzado y después, unos cinco años después, se lance otro. Para eso necesitamos que haya una agencia satelital trabajando porque este proyecto está coordinando necesidades nacionales de todo tipo.
Una vez que se anuncie la propuesta ganadora, decisión que tomará la comisión presidida por el subsecretario de aviación, Chile invertiría unos 70 millones de dólares sólo en la fabricación del satélite. A esto se suma una cifra aún no resuelta para la Estación de Control
Satelital. Incluso estamos pensando en tener más de una. O sea, una cosa es la estación de control, que va a comandar el satélite, y otra es la que recibe las imágenes, que son distintas. Son opciones que estamos manejando, dice Gutiérrez.
De hecho, el ministerio de Bienes Nacionales les acaba de entregar una sede de mil metros cuadrados en el centro de Santiago, en un edificio histórico que será reacondicionado.

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